Desde siempre, los descendientes de los colonos han sentido un especial vínculo con la monarquía española, en tanto que las Nuevas Poblaciones nacieron bajo el protectorado de la Corona. El Fuero de Población de 5 de julio de 1767 es una ley específica para levantar estos nuevos pueblos y establecer las directrices generales por las que han de regirse tanto en lo administrativo como en lo social para su progreso. Sin el Fuero de Población no hubiese sido posible llevar hacia adelante este magno proyecto, pues le confería un tratamiento especial y distinto al del resto de municipios españoles.
En una España fuertemente aferrada al Antiguo Régimen, con un estamento nobiliario presionando e intrigando para mantener el control de la Corte ante los cambios establecidos por la nueva dinastía de la casa de Borbón, resultaba muy difícil llevar adelante cualquier tipo de reforma. Ya se hizo evidente durante el reinado de Felipe V, que la alta nobleza y el alto clero no iban a aceptar su política reformista y centralizadora al sentirse apartados de los altos cargos de la Corte que ahora ocupaban franceses, italianos, golillas y togados. A pesar de su carácter afable y conciliador, Carlos III, tampoco lo tuvo fácil cuando asciende al trono de España en 1759, teniendo que hacer frente a crisis de gobierno promovidas por el pulso político, como el motín de Esquilache. Los que conformaban el "partido reformista" (Conde de Aranda, Campomanes, Múzquiz, Olavide, Jovellanos,.....) que a la postre abanderan la Ilustración en España, sabían bien que sin la autoridad real no hubiesen podido implantar las necesarias reformas para la reorganización administrativa y de saneamiento económico del país. Por ello, la historiografía, los ha tratado como déspotas que han quedado arrastrados dentro de la corriente conocida como "Despotismo Ilustrado" (todo para el pueblo, pero sin el pueblo), y es ésta una cuestión que quizás debiéramos replantear en tanto que nuestros ilustrados no hubiesen podido ejercer ninguna acción de gobierno de no ser por el poder absoluto de la monarquía ante la férrea oposición de la nobleza, del clero, de los reinos forales y del costumbrismo. Sin el respaldo del rey y de su auctoritas hubiese sido impensable que a mediados del siglo XVIII se llevase a cabo un proyecto de creación de un modelo de sociedad basado en el acceso y reparto de la tierra a colonos procedentes de la plebe, con una serie de protecciones y prebendas para su desarrollo, incluyendo la educación de primeras letras para todos los menores.
El pensamiento liberal del siglo XIX y seguidamente del XX, en general, no consideraron o no evaluaron en toda su dimensión la situación política del Siglo de las Luces, ante lo que les parecía una gran contradicción en la comunión entre movimiento/pensamiento ilustrado y el absolutismo, y por ello tacharon sin más y sistemáticamente de déspotas a todos nuestros ilustrados e incluso al propio Carlos III, sin tener en cuenta que fueron ellos los protagonistas y el germen de las reformas políticas, económicas y sociales que acuñará poco más tarde el liberalismo. Sus postulados se adelantaron a su tiempo y se enfrentaron a la poderosa maquinaria del Antiguo Régimen, arriesgando incluso la vida. Figuras como Campomanes, Múzquiz y Olavide, son el ejemplo y modelo de lo que podríamos llamar "hombres de Estado" que trabajan al servicio de su país para su progreso y felicidad. Altos funcionarios con una gran capacidad intelectual y una extraordinaria formación académica y cultural, que hicieron con las Nuevas Poblaciones algo imposible en aquella época: llevar a la práctica los postulados modernos de la Ilustración en unos nuevos pueblos en los que todos los colonos tienen una parcela de tierra en heredad de 50 fanegas, una casa propia y digna, medios para subsistir, enseñanza de primeras letras para sus hijos e hijas, la posibilidad de que la mujer trabajara incluso en fábricas..... ¿Cuándo en España se había conferido tanta dignidad y tanto protagonismo al pueblo llano?, ¿...y a la mujer?.....
Y todo ello gracias a la voluntad y al respaldo del Rey, que asumió el deber de procurar la felicidad de todos sus súbditos, desde la nobleza a los mendigos y huérfanos. Una concepción que se asemejaba a la del Rey Filósofo de Platón. Así se entendía el nuevo papel de la monarquía española por los ilustrados y así lo ejerció Carlos III. Por ello, se entiende que en todos los municipios de Nuevas Poblaciones encontremos a lo largo de toda su historia abundantes alusiones a Carlos III como Padre y Benefactor, apareciendo su escudo, su efigie y su nombre en calles, plazas, monumentos y edificios públicos de todas ellas.
Desde su concepción, las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena y Andalucía, despertaron muchos recelos y tuvieron muchos y grandes detractores. Este nuevo modelo de biopolítica que implantaba el Fuero de 1767 amenazaba los intereses económicos, políticos y sociales de los poderosos estamentos, y ni siquiera el pueblo estaba instruido para aceptar las reformas. A pesar de las trabas y de todos los problemas que generó el expropiar tierras a sus señores y concejos, el levantar en apenas dos años y medio 60 núcleos de población desde la nada en cuatro provincias distintas, asentar más de 8.000 colonos extranjeros, abastecerlos y dotarlos,........ el proyecto se sostuvo gracias a la especial protección del Fuero y del Rey.
Resulta revelador que las tres ocasiones en las que el Fuero de Población fue abolido (1810 por José I; 1812 por la Constitución; y 1820 por el pronunciamiento constitucional de Riego), en las Nuevas Poblaciones hubo una férrea oposición a su supresión, porque ello significaba la pérdida de toda protección y la incapacitación para continuar con su sistema propio de fomento. En La Carolina, Capital de ellas, una comitiva del pueblo llegó a destituir al alcalde constitucional y a nombrar su propio Intendente contraviniendo la ley aún a riesgo de sus vidas. Estaba en juego su supervivencia, más allá de cualquier cariz político. Tal era la importancia del Fuero para estas poblaciones cuando ya se quedaron a solas sin sus padres protectores (Carlos III y sus ministros).
Las Nuevas Poblaciones han considerado siempre como su máxima benefactora a la Casa Real, y ese sentimiento de respeto y afectividad se ha transmitido de generación en generación desde las primeras familias colonas que lo arriesgaron todo en esta gran aventura, y que recibieron de manos del Rey una nueva oportunidad para vivir dignamente.
Por ello, con gran gratitud se ha recibido la aceptación por su parte de la Presidencia de Honor de varios de los Congresos sobre Nuevas Poblaciones que se han celebrado a lo largo de los últimos treinta años. En concreto S. M. el Rey D. Juan Carlos I, presidió el I y el VI Congresos en 1983 y 1994 respectivamente. S.M. la Reina Dª. Sofía, presidió la Comisión de Honor del IV Congreso en 1990, dedicado a la Mujer, familia y sociedad en las Nuevas Poblaciones. Y en 1988, coincidiendo con el Bicentenario de la muerte del Rey Carlos III, el por entonces S.A.R. el Príncipe de Asturias, D. Felipe de Borbón, hoy S. M. el Rey Felipe VI, aceptó la presidencia de la Comisión de Honor del III Congreso sobre las Nuevas Poblaciones en la España Moderna.
Por ello, desde la Comisión Organizadora de los Actos Conmemorativos del 250 aniversario de la Fundación de las Nuevas Poblaciones, se iniciaron los trámites para solicitar a Su Majestad que acepte la Presidencia de Honor de la Comisión, como manifestación del respeto y afecto de los ciudadanos de los municipios fundados por su antecesor Carlos III y finalmente se ha conseguido.